Tras un accidente de parapente, Philippe, un rico aristócrata, contrata a Driss como asistente y cuidador, un joven procedente de un barrio de viviendas públicas que ha salido recientemente de prisión —en otras palabras, la persona menos indicada para el trabajo—. Juntos van a mezclar a Vivaldi y “Earth, Wind & Fire”, la dicción elegante y la jerga callejera, los trajes y los pantalones de chándal. Dos mundos van a chocar y van a tener que entenderse mutuamente para dar lugar a una amistad tan demencial, cómica y sólida como inesperada, una relación singular que genera energía y los hace… ¡intocables!
En mi opinión: es algo grandioso, poder ver como esas dos diferencias de clases y de personas estén unidas por un fin común, el vivir la vida. Un tetrapléjico que pretende vivir hasta los 70 años gracias a los medicamentos sin salir de su rutina, hasta que aparece Driss, con ideas macabras como a la falta de aire llevarle a la orilla del mar en plena madrugada, tranquilizarle con una tierna caricia y un trapo húmedo la frente después de una mala . Un hombre que se cruza en la vida del otro para cambiarsela directamente, sin saber que él mismo acabaría siendo diferente a como entro.